viernes, 27 de mayo de 2016

Amanecer

1 de enero. El año había empezado atragantándose con las uvas y brindando con un par de copas de champán para desear un feliz año nuevo. Sin embargo, ella tenía la certeza de que iba a ser un año como cualquier otro, que nada de especial tendría además de convertirla en un año más vieja.

Se fue a la cama con la esperanza de que por la mañana no quedaran restos de los excesos de esa noche, de que su vida retomara el monótono ritmo que siempre llevaba, pero la alteración de las calles que celebraban el inicio del año no le permitieron conciliar el sueño. Así, cansada de dar vueltas en la cama intentando elucubrar lo que ese año podría traer consigo, se levantó. Abrigada de pies a cabeza, salió a caminar en la oscuridad de la madrugada por calles vacías desde las que se podían ver las ventanas iluminadas en las que familias completas seguían festejando el estreno del año.

Sin saber cómo ni por qué, sus pasos la llevaron hasta la playa. El aire marino era gélido y en el cielo las nubes espesas ocultaban la luna. Las olas se acercaban sigilosas a la orilla y se alejaban acariciando la arena para perderse en el oscuro océano. Cerró los ojos e inspiró profundamente, percibiendo el intenso olor a sal de la bahía. Expulsó todo el aire de sus pulmones creando una nube de vaho ante sí, esperando que con ella se fueran sus preocupaciones, sus miedos. No se percató de cuánto tiempo pasó hasta que sus párpados se separaron, pero cuando eso ocurrió, los primeros rayos de sol ya habían comenzado a asomar en el firmamento, a colarse entre la bruma de la mañana. Se dio cuenta de cómo, poco a poco, el mundo se iba despertando conforme las luces del primer amanecer del año iban iluminando cada resquicio del planeta: los pájaros emitían sus primeros gorjeos, los colores se iban aclarando, haciendo visible cada pedazo de naturaleza que hasta ese momento había estado oculto bajo la oscuridad de la noche.

De repente, sintió como algo cambiaba, algo que hizo que un poco de optimismo asomara en su interior, devolviéndole la esperanza con la que hacía tiempo que se quería reencontrar. No supo lo que era, pero de pronto se dio cuenta de que ese sí podía ser un buen año, ese podía ser su año.

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